Durante siglos las personas oteaban el horizonte en busca de la silueta de un navío que les resultara familiar. Eran esposas e hijos de marinos que ansiaban tener noticias de un buque que desde que había zarpado no daba señales de vida. Y es que hacerse a la mar suponía la inevitable pérdida de contacto con los seres queridos.

La situación dio un vuelco cuando un nuevo tripulante subió por la escala con una emisora Morse en el petate. Ese asombroso artilugio permitía avisar de los peligros, propios y ajenos, comunicar la posición, solicitar pertrechos, informar de nacimientos, felicitar cumpleaños… todo era más cercano gracias a los oficiales radio.

Nuestro compañero Chus Pérez fue uno de estos héroes propios de la Odisea. Al igual que Ulises, Chus cruzó los mares manteniendo el corazón de la nave unido al de las familias de los tripulantes. Más tarde colgó la chicharra para coordinar emergencias y trasmitir su insondable experiencia y conocimiento en Salvamento Marítimo.

Hoy Chus se retira y sus compañeros sentimos la misma incertidumbre de los familiares que veían a sus seres queridos abandonar las dársenas del puerto. Tal vez mañana otearemos la intrincada carretera que culmina en el Centro Jovellanos, en el anhelo de ver cómo la furgoneta de Chus supera los últimos repechos.